7 de julio de 2009

Crónicas desde el Hércules (I).

He comenzado por fin las vacaciones de verano y aquí estoy en el Hércules, el edificio donde tenemos nuestro pequeño estudio cerca de la playa. No es el sitio ideal, pero si un lugar donde hacer uso de esa cierta indolencia que se instala en nosotros cuando comenzamos a darnos cuenta de que no sabemos muy bien si estamos a jueves o viernes, o cuando nos tiramos los ratos muertos debajo de nuestro árbol favorito mientras los niños juegan en la piscina con sus amiguetes conocidos en los veranos anteriores.
Aprovecho el tiempo para leer lo que durante el resto del año me resulta más difícil por falta de tiempo o de ganas después de un día de trabajo, y espero también escribir alguna cosilla o leer el periódico de papel.
Iremos a la playa y veré pasar las olas que van y vienen y a la gente que toma el sol o se baña en el mar, o a mi hijo jugando en la arena mientras su madre hace crochet o lee una revista. Otras veces nos meteremos en el agua en lo que el niño llama la piscina playa para divertirnos saltando entre las olas.
Y por la noche, tras la cena saldremos a pasear o al parque cercano hasta que el sueño se acerque a nosotros y demos por finalizada la jornada sin la rigidez horaria de la rutina cotidiana, porque mañana será otro día y al levantarnos veremos que planes tenemos.
(3 de julio de 2009)

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