16 de junio de 2011

¡Yo también!

Desde hace varias semanas llevo en mi cartera del trabajo el libro de Stephane Hessel, ¡Indignaos! y desde entonces he tenido ocasión de leerlo dos veces.
Ya el prólogo de José Luis Sampedro (del que he tomado el título) aclara bastante bien de que va el contenido del libro. Evidentemente todo esto está en relación con el movimiento del 15 M que se está produciendo en en nuestro país y la situación que se ha ido generando con este asunto.
Pues bien, la lectura del texto de Hessel, lo que he podido seguir por los medios de comunicación y las conversaciones con algunos compañeros a ratos sueltos en la sala de profesores, me ha llevado a plasmar en esta líneas algunas reflexiones sobre todo esto.
Es cierto que España vive una situación de crisis que en cierto modo supone como un fin del ciclo histórico que se abrió con la transición política de los años setenta y que ha llegado hasta ahora. Consolidado nuestro sistema político democrático y plenamente integrados en el mundo occidental, toca ahora mejorar muchos de los flecos que se han ido quedando por ahí sueltos. La globalización, la presión de los mercados, las respuestas no siempre adecuadas a las necesidades de la población conforman un cóctel agitado que de no ser escuchado ni tenido en cuenta por la clase política y en definitiva por quienes rigen los destinos de nuestro país, pueden generar graves conflictos.
Todos, creo yo, tenemos motivos para indignarnos, pues como dice Hessel "de la indignación nace la voluntad de compromiso con la historia", pero estoy con él en que en ningún caso esa indignación debe mostrarse mediante actitudes violentas sino a través de la reflexión y de la toma de posición ante la vida.
¿Cuáles pueden ser mis motivos de indignación? por supuesto, la política, o mejor dicho, los políticos que olvidan muchas veces que están ahi para representarnos en las instituciones y resolver y dar respuesta a los problemas de los ciudadanos y no solo para crearlos siguiendo las directrices de sus partidos y grupos de presión afines para alcanzar el poder o mantenerse en él. Cómo no los bancos, que continuamente nos ofrecen cosas para que gastemos más de lo que tenemos y cuando se les pide un crédito para algo realmente importante y productivo, cierran el grifo. ¿Y qué decir de los mercados todopoderosos? ¿Qué son? Me niego a dar una definición. La intolerancia, la falta de perspectivas de futuro para estas generaciones (las más preparadas de la Historia de España) a las que se les achacaba que no reaccionaban ante los problemas de la sociedad y ahora que lo hacen, se les critica por ello. La escasez de solidaridad, de civismo en la vida cotidiana y el recurso al pasado de forma sesgada y engañosa,  y que supone muchas veces una rémora para avanzar hacia el futuro completan mi cóctel de indignación.
Yo, como Hessel y como Sampedro y como los indignados del 15 M, deseo que todo aquel que lea esta reflexión se de cuenta de cual es su motivo de indignación, pues así también podremos contribuir desde la modestia del anónimo particular pero con la fuerza de ser ciudadanos de un país democrático, a  mejorar la vida de los nuestros y de los que habrán de venir, pues así habrá futuro de todos y para todos.