24 de enero de 2010

La pesadilla del cementerio nuclear.

En estos días estoy viviendo de forma un tanto recurrente la pesadilla que las gentes de los Pedroches vivimos hace unos años cuando se rumoreó que nuestra tierra era candidata a albergar el almacén de residuos radiactivos de alta intensidad.
Cuando estos días veo en la televisión las imágenes de los habitantes de algunos pueblos de España cuyos políticos, frente a la opinión de la mayoría del pueblo, quieren presentar a sus municipios como lugares idóneos para el cementerio nuclear, rememoro los inicios de aquel movimiento ciudadano que en los Pedroches impidió que esa infraestructura viniera a parar a nuestra comarca.
Empresarios, trabajadores, intelectuales y en definitiva ciudadanos de a pie mostramos nuestro rechazo más rotundo a esa idea. Cuando el movimiento cívico mostró su fuerza, a aquellos sectores más reticentes y entre ellos muchos de los políticos comarcales, no les quedó más remedio que sumarse al carro de la movilización.
Las asambleas multitudinarias que durante una serie de años se celebraban en los Pedroches eran la expresión viva de que nuestra tierra no quería saber nada de ese asunto que nos querían imponer. Al parecer se reunían todas las condiciones así que para que consultar.Hoy todo aquello ha ido quedando atrás.
Ahora son otros los que se oponen a que su tierra se vea infectada por un problema que los ciudadanos de esas localidades no han creado, a los que las promesas de bienestar y de posible creación de riqueza les debe hacer reflexionar si desean o no que su tierra albergue ese cementerio nuclear. Si no lo quieren, pese a sus políticos y burócratas que luchen porque el almacén de residuos no vaya allí; pero si están a favor, simplemente decir que es su responsabilidad y que están tomando una decisión que puede hipotecar a las futuras generaciones.

22 de enero de 2010

Colores del mar en invierno.

El otro día dando una vuelta por el paseo marítimo de Benalmádena pude apreciar una visión distinta del mar. Era por la tarde, el mar estaba tranquilo después de unos días de fuerte oleaje y en la playa aún se apreciaban las huellas de las intensas lluvias que nos han azotado en los últimos tiempos.
Pero lo que era distinto para mi era ver los colores del cielo al reflejarse en el agua que ahora no mostraban esa multitud de azules propios del verano, sino tonos rojizos y ocres, violetas y amarillos, diversos blancos y grises...; era diferente la quietud que se respiraba en ese entorno generalmente repleto de gente tostándose al sol o jugando con las olas.
Y es que pese a la soledad de la playa no se respiraba tristeza sino más bien un poco de melancolía y por supuesto noté en mi un cierto toque de nostalgia por los días de estío pasados allí. Los sonidos del mar apenas susurrados ahora parecían decirme al oido que el día se estaba yendo para ocultar al sol, pero las sensaciones que genera un tiempo tranquilo de invierno no se olvidan facilmente por ello unos días después me pongo a escribir estas líneas que me recuerdan que dentro de unos meses la gente volverá a poblar esta playa, que tendremos oportunidad de pasar las horas lentas a la sombra y al cobijo de un libro mientras los niños juegan con la arena o se bañen entre las olas de un mar que luego sí, será definitivamente de miles de tonos azulones que contrastarán con los ocres de la arena y la pléyade multicolor de sombrillas que nos resguarden del sol, vencedor del frío y la lluvia que ahora que es invierno nos muestra una imagen distinta del mar.

6 de enero de 2010

Al fin la cabalgata.

Ayer por fin y con la aquiescencia del tiempo tuvo lugar la cabalgata de reyes con la que finaliza la navidad. Este año la cabalgata me ha gustado más que en otras ocasiones, pues no ha sido tan ostentosa ni se ha derrochado tanto como en los años anteriores, sin que por ello se pueda decir que haya sido "pobre".
La ilusión que despierta este evento en grandes y chicos no decae con el paso del tiempo, pero quizá, al menos en el caso de Lucena, había alcanzado en los años anteriores, desde mi punto de vista unas cotas de derroche y ostentación más que excesivas ya que lo importante no eran los reyes, ni las asociaciones que participaban en la cabalgata, ni los niños y mayores que conformaban el público, sino que lo que se buscaba en buena medida era -como en otros actos sociales y festivos- qué rey destacaba más, gastando y derrochando sin mesura, dando un mal ejemplo a los ciudadanos que no vivían tan bien.
Bien es verdad que eran tiempos de bonanza económica, sobre todo para algunos, como se está demostrando ahora.
El caso es que con esta fiesta callejera se pone fin a las navidades y el próximo jueves (mañana) la mayoría volveremos de buena mañana a la rutina habitual, con un poco más de frío en los pies y el bolsillo algo aliviado, prestos a remontar la llamada cuesta de enero, con la ayuda de las tan socorridas rebajas.