En estos días estoy viviendo de forma un tanto recurrente la pesadilla que las gentes de los Pedroches vivimos hace unos años cuando se rumoreó que nuestra tierra era candidata a albergar el almacén de residuos radiactivos de alta intensidad.
Cuando estos días veo en la televisión las imágenes de los habitantes de algunos pueblos de España cuyos políticos, frente a la opinión de la mayoría del pueblo, quieren presentar a sus municipios como lugares idóneos para el cementerio nuclear, rememoro los inicios de aquel movimiento ciudadano que en los Pedroches impidió que esa infraestructura viniera a parar a nuestra comarca.
Empresarios, trabajadores, intelectuales y en definitiva ciudadanos de a pie mostramos nuestro rechazo más rotundo a esa idea. Cuando el movimiento cívico mostró su fuerza, a aquellos sectores más reticentes y entre ellos muchos de los políticos comarcales, no les quedó más remedio que sumarse al carro de la movilización.
Las asambleas multitudinarias que durante una serie de años se celebraban en los Pedroches eran la expresión viva de que nuestra tierra no quería saber nada de ese asunto que nos querían imponer. Al parecer se reunían todas las condiciones así que para que consultar.Hoy todo aquello ha ido quedando atrás.
Ahora son otros los que se oponen a que su tierra se vea infectada por un problema que los ciudadanos de esas localidades no han creado, a los que las promesas de bienestar y de posible creación de riqueza les debe hacer reflexionar si desean o no que su tierra albergue ese cementerio nuclear. Si no lo quieren, pese a sus políticos y burócratas que luchen porque el almacén de residuos no vaya allí; pero si están a favor, simplemente decir que es su responsabilidad y que están tomando una decisión que puede hipotecar a las futuras generaciones.
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