13 de agosto de 2010

Una nueva aventura.

El verano va avanzando y estamos ya en el puente de agosto lo que supone que pronto habremos de ir pensando en el fin de las vacaciones y la vuelta a la normalidad que supondrá el 1 de septiembre. Pero también el verano muestra unos elementos de "normalidad" como son por ejemplo los incendios forestales, el calor sofocante de estos días, las pocas noticias que la convulsa política nacional genera, e incluso la información sobre la crisis económica está en horas bajas, así que nos conformamos con saber cuales son los fichajes estrella de los equipos de futbol, aunque no seamos aficionados, o los distintos campeonatos deportivos que estas semanas se están celebrando.
Yo por si acaso he comenzado la lectura de un nuevo libro: la noche de los tiempos de Antonio Muñoz Molina, iniciando así una nueva aventura, pues la lectura de un libro debe suponer eso una nueva aventura en la que el descubrimiento de nuevas ideas, de nuevos caminos y en definitiva de nuevas formas de goce personal nos lleve a dilucidar si queremos comenzar otra lectura.
A ésta he llegado tras los ratos pasados bajo el árbol o en la playa con Un dibujo en el viento de Alejandro López Andrada que fiel a su estilo nos ha regalado a sus lectores una obra interesante y recomendable, a pesar de sus reiteradas figuras literarias que recrean una tierra, la suya y la mía, aunque de una forma un tanto idealizada, pero que conforme va publicando sus últimas novelas, considero que va logrando una mayor madurez estilística, lo que hace que sus obras vayan gozando cada vez más del gusto del público, aunque este comentario es algo personal y no siempre llueve a gusto de todos.
En definitiva, cuando llegue septiembre y volvamos a nuestros quehaceres cotidianos, seguiremos buscando aventuras nuevas en otros libros y otros textos que nos enriquezcan y nos hagan reflexionar un poco más sobre la vida misma.

2 de agosto de 2010

Los días que pasan.

I

El otro día amaneció nublado aunque el tiempo era muy caluroso y desde el nuevo mirador del Hércules no se podía apenas distinguir que era el mar y que el cielo dado que los tonos azulones habían dado paso a los plomizos de esos días de verano que parecen amenazar lluvia pero que al final, si acaso cae algo, son algunas gotas gruesas que nada aportan sino un poco de suciedad reflejada en los coches aparcados en la calle.

Nada que ver con esos días grisácdos que este pasado invierno hemos visto sucederse durante semanas y semanas y que descargaban lluvia continuamente.

La quietud que genera estos días nos inunda en el recuerdo de la tranquilidad de muchas tarde de otoño aún no echadas de menos, pero a las que el paso de las semanas nos lleva de forma inexorable; pero de eso ahora no queremos acordarnos, sólo que los mútiples tonos grisáceos nos hacen sentirrnos un poco pesados como el plomo que da color a este día, simplemente eso.

II

El mar andaba un poco revuelto estos días lo que ha echo las delicias de grandes y chicos pues el oleaje servía de juego para unos y otros con gran regocijo para todos. Las olas son juguetonas, van y viene como al azar, pero muchas veces nos decepcionan porque cuando esperamos que lleguen hasta donde estamos nosotros, resulta que se desvían un poco y se van para otro lado y cuando menos lo esperramos nos pillan desprevenidos y nos empujan e incluso nos sobrepasan cubriéndonos por unos segundos en los que perdemos la noción del tiempo, para enseguida reaparecer un tanto atolondrados en la superficie del agua.

Pero este juego nos gusta mucho a mi hijo y a mi, disfrutamos con todo ello, y cuando el mar está tranquilo, que es casi todos los días, echamos de menos las idas y venidas de las olas en ese juegoun tanto perverso que agita nuestros cuerpos como si fueran juncos a la orilla de un río que la corriente mueve, pero sin desplazarse de su sitio.