Ayer domingo estuvimos de nuevo en la quinta de Navarredonda para disfrutar de la romería de la Virgen de Luna.
Después de casi hora y media de viaje pudimos contemplar desde lo alto del Calatraveño los tonos verdosos que las lluvias persistentes de este invierno han dejado en nuestra tierra. Todo nos parecía otra vez nuevo, aunque no lo fuera: las encinas, las ovejas y los arroyos que nos encontramos por el camino, todo parecía más luminoso que de costumbre gracias a ese verdor que brotaba del suelo.
Pero nuestro objetivo hoy no era admirar nuestro paisaje, ni visitar nuestro pueblo, sino acercarnos al santuario para pasar un buen día con nuestros familiares y con los amigos que nos encontrábamos por sus alrededores. Apenas habia coches, lo que era de agradecer, pues así se podía pasear mejor entre las tascas sin miedo a ser arrollados . Quizá sobraba algo de mercadillo. En la candela se iban asando los choricitos y las morcillas, la panceta y demás viandas que unos y otros llevamos, este año dispersos por eso de ir en autobús.
Pero como la tradición manda que en "la virgen" haya tiros, caballos, visita a la imagen, ofrenda por parte de nuestro hijo del hornazo que sus abuelos le habían comprado ¿y como no? tirar de la soga de la campana, pues allá que fuimos y con Jaime en brazos, tiramos ambos de la soga haciendo sonar la campana una y otra vez hasta que hubo que dejar paso a otro padre con su hijo que reclamaba su parte de toque.
Y así fue pasando un nuevo día de la Virgen, y tras la partida de nuestra Señora escoltada por sus hermanos y otros muchos romeros, llegó la hora de la partida, ya cuando iba cayendo la tarde, camino del pueblo para guardar este pequeño recuerdo junto a los otros que se acumulan en el bolsillo de la memoria desde que éramos chicos.
Cuando el próximo año en los días previos a la romería vuelva a abrir ese bolsillo de recuerdos bajo la cantinela de "a la Virgen de Luna me me voy mañana, a tirar de la soga de la campana", recordare esa historia que en un momento ya un poco lejano de mi infancia nos contaron nuestros padres y que yo cuento ahora a mi hijo, esperando que un año más el tiempo acompañe.
La foto es de Plaza Pública.
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