16 de junio de 2009

Reflexiones sobre una pregunta o el mal ejemplo de la riqueza fácilmente conseguida.

Cuando se supo lo de los millones del futbolista, uno de mis mejores alumnos (va sacar 10 en casi todo) al salir de clase me dijo que si podía hacerme una pregunta, le dije que sí y me planteó lo siguiente: ¿cree que es ético gastar tantos millones en un jugador de fútbol cuando hay tanta gente pasando hambre? Le dije que efectivamente desde el punto de vista moral puede ser reprobable pero que se trataba de una entidad privada y un negocio. ¿Y podemos hacer algo? insistió de nuevo, yo respondí –sin mucha convicción pues estaba totalmente de acuerdo con él- que los socios que habían votado a ese señor son quienes podían quitarlo del puesto. Bien pues ante esto, este chico dijo: pues a mí que me gusta el fútbol me indigna mucho todo esto.
Creo que sobran palabras.
Pienso que menudo ejemplo se da a estos jóvenes que pese a todo son los depositarios del futuro de nuestro país. Se les critica diciendo que son vagos, que consiguen todo sin esfuerzo, que tienen una vida fácil, pero sin embargo asisten continuamente a la ceremonia de la confusión en la que vale más el que más tiene, no importa el trabajo ni el esfuerzo que haya tenido que realizar para conseguirlo, ni siquiera si se ha conseguido de forma lícita o no.
Asistimos todos los días a la negación de la verdad, nuestros políticos, olvidan constantemente y de forma consciente el concepto de interés general el cual ha sido sustituido por el partidismo puro y duro; los grandes empresarios hablan de crisis, de paro, echan gente a la calle, pero no les importa el ejemplo que puedan dar a esos jóvenes cuando derrochan una gran cantidad de dinero en jugadores de fútbol, en coches de alta gama y otros lujos.
Y cuando en nuestras clases intentamos inculcar con mucho esfuerzo a nuestro alumnado unos mínimos valores contrarios a todo esto, salta un titular a la prensa que echa por tierra los pocos avances que hayamos podido conseguir a lo largo del curso. Y no es por culpa de sistema educativo, ni de los profesores, a los que se les culpa de todo y se les exige todo sin que apenas se reconozca su labor. Es de aquellos individuos que ocupan los estratos más altos de la sociedad, que con sus actitudes muestran un mundo más fácil donde todo se consigue sin apenas esfuerzo, sin necesidad de estudiar ni de trabajar por una vida mejor pues ya habrá quien nos saque las castañas del fuego cuando las cosas vengan mal dadas. Y esta vida fácil es el ejemplo que muestran a sus hijos a los que le dan todo pues porque hay que mostrar la prepotencia propia del rico, sin pararse a pensar que eso es pan para hoy y hambre para mañana, pues no todos valemos 94 millones de euros y que la riqueza, aunque ayuda, no siempre da la felicidad.
Pero siempre nos quedarán nuestros jóvenes alumnos que reflexionan y se preguntan sobre todo esto, y sobre las cosas de la vida a la que están empezando a asomar la cabeza por encima de la valla que en cierto modo formamos los padres y profesores.
Están a punto de acabar el curso, para aquellos que obtendrá buenas notas como fruto de su esfuerzo y sacrificio, enhorabuena; para los que no, simplemente recordarles que el verano es muy duro si hay que estudiar, pero que se animen que siempre hay una segunda oportunidad.

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