Hace unos días hemos vuelto al Hércules, más tarde que de costumbre por esas cosas del trabajo, pero ya estamos aqui. Hemos ido a la playa y por supuesto hemos bajado a nuestra piscina, y ¡sorpresa! nuestro árbol y su sobra estaban ocupados, pero no parece algo coyuntural, sino que simplemente otras familias han ocupado el lugar. No obstante, dada la amplitud de los jardines que rodean nuestras pisicnas, hemos hallado un lugar quizá mejor, formado por la sombra de varios árboles que crean un círculo más amplio y además con vistas al mar, un tanto lejano pero casi siempre con sus tonos azulones que contrastan con los verdosos del césped y de lo árboles y arbustos que conforman nuestro jardines. En medio de ambos colores encontramos las torres de apartamentos que a lo largo del tiempo se han ido construyendo entre nuestra urbanización y el mar; edificos modernos con formas más o menos armoniosas pero que rompen, como no podía ser de otra manera, el entorno de la costa, ya muy urbanizada.
En nuestro círculo de sombra hemos encontrado a nuestros amigos habituales de este tiempo de verano. Hemos vuelto a nuestros ratos de baños y charlas de lo cotidiano, de lo ocurrido durante los meses en que cada uno estaba en su lugar de residencia habitual, y de los planes para estos días.
En definitiva hemos vuelto a la rutina estival. Otros ocupan nuestro antiguo árbol, del que nunca supe de que tipo era (el nuevo es un árbol del caucho con varias gruesas ramas y una copa muy extensa que junto con otros situados a su lado nos protegen del calor), allí otras familias, otros niños disfrutan de su vacaciones, como nosotros lo hacemos ahora a unos metros de ellos, pero nosotros ahora frente al mar.
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