Llega finales de julio y con él las primeras "bajas" de las familias que se cobijan bajo los árboles del Hércules. Ahora hay más gente, la mayoría desconocidos que comienzan sus vacaciones, pero otros, unos desconocidos y otros no, se han marchado de vuelta a sus lugares de origen para retomar en lo posible sus rutinas habituales.
Todos los años ocurre algo similar. Nuestro árbol comienza a cambiar de inquilinos, las voces de otros niños se sienten ahora jugar en las piscinas o en las playas cercanas. Son los mismos juegos y las mismas tertulias relajadas de los mayores que en el mes anterior pero con distintos protagonistas.
Sin embargo algunos permanecemos aquí durante más tiempo y vemos ir y venir a unos y otros, apenas pendientes de lo que ocurre en el mundo cotidianamente porque la vida ahí fuera sigue a la espera del fin de las vacaciones, allá por los últimos días de agosto cuando las despedidas, ahora sí, serán definitivas hasta el año que viene, permaneciendo aquí sólo algunos rezagados que se resisten a volver a casa.
Todos los años ocurre algo similar. Nuestro árbol comienza a cambiar de inquilinos, las voces de otros niños se sienten ahora jugar en las piscinas o en las playas cercanas. Son los mismos juegos y las mismas tertulias relajadas de los mayores que en el mes anterior pero con distintos protagonistas.
Sin embargo algunos permanecemos aquí durante más tiempo y vemos ir y venir a unos y otros, apenas pendientes de lo que ocurre en el mundo cotidianamente porque la vida ahí fuera sigue a la espera del fin de las vacaciones, allá por los últimos días de agosto cuando las despedidas, ahora sí, serán definitivas hasta el año que viene, permaneciendo aquí sólo algunos rezagados que se resisten a volver a casa.
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