
De nuevo, tras la entrega de notas, los alumnos se marchan a la calle, unos muy contentos con sus resultados, otros algo menos porque hay que estudiar en vacaciones, pero todos con ganas de abandonar por un tiempo el instituto y dedicarse a sus aficiones.
Atrás quedan los días de exámenes, de tareas, de excursiones y de calor durante el recreo en ese patio minúsculo rodeado de vayas y bloques de hormigón.
Durante meses hemos visto transformarse el aspecto del centro, a los alumnos evolucionar en su tareas, formarse algunas parejitas y otras romperse, y también ¿por qué no? alguna que otra fiesta en la que algunos profesores sueltan adrenalina a través del baile.
También nosotros nos iremos pronto de vacaciones, cada cual con los suyos a descansar después de un largo curso, para descontaminarnos un poco de los aconteceres de la vida profesional, siempre llena de tensiones, de buenos y malos ratos pasados con esos jóvenes que nos miran desde el otro lado de la mesa con una cierta dosis de desconfianza, pues por algo somos los maestros; también a veces con sus padres que muestran su preocupación porque las cosas no salen como a ellos les gustaría, dejando

En definitiva, cerramos un nuevo ciclo. En un par de meses abriremos uno nuevo en el que estaremos aquí para recibir a nuevos alumnos procedentes de los colegios a los que habrá que enseñar a adaptarse a su nueva situación. Y estaremos aquí para poner en marcha un nuevo desafío, porque cada curso, cada grupo de alumnos, son un nuevo reto que afrontar y por ello hay que borrar un año más la pizarra de nuestras aulas para que cuando estemos a las puertas del otoño, podamos comenzar a escribir la página de un nuevo tiempo que acercará a nuestros alumnos y nuestras alumnas un poco más hacia su futuro, ese que ahora comienzan a afrontar los que se van a la Universidad. Pero eso es ya otra historia.