28 de junio de 2024

Luis Ángel Ruíz comenta mi libro

 Mi estimado amigo y gran poeta Luis Ángel Ruíz Herrero ha tenido a bien comentar mi libro de aforismos "Sobre mi y los demás" lo que le agradezco enormemente, ya que da una visión esplendida de lo que  el ha visto en mis aforismo y reflexiones. Así que como quiero compartir sus palabras con quien quiera leerlas, las pongo a continuación.

VISIONES SOBRE UN LIBRO

Abro un libro y lo leo. Mientras disfruto de su lectura, un poco desorientado y bastante perdido, una inquietud se apodera de mis latidos como si se escondiera entre sus renglones, aparentemente sencillos, un mensaje encriptado. Pienso. Miro al infinito desde la ventana de mi salón, con el silencio solitario que requiere la reflexión. Dudo. Después de no pocos minutos, al fin el brillo de mis ojos delata un extraño descubrimiento. Como aquel marinero que gritó, embargado por una irracional alegría, “¡Tierra, tierra!”, yo me digo sonriendo: ¡Una ciudad, una ciudad!

Una ciudad… Eso, después de leer y releer el libro “Sobre mí y los demás”, y de girarle como un cubo de Rubik para componerlo en su justo afán, al fin doy con la clave secreta para meterme en él. ¡Serendipia! Sobre mí y los demás es mucho más que un libro: es una población, una ciudad, una medina que tiene diecinueve calles y 228 casas con sus puertas abiertas, invitándonos a entrar, con todo un murmullo de vida y acción, de escaparates y secretos, como un cosmos de biología y cultura… ¡Es la ciudad del pensamiento!

Puertas abiertas, no de folclóricas efemérides ni de festividades institucionales, sino de reflexiones y materias primas para el alambique de tu laboratorio mental. Entren y vean, pasen y disfruten… ¡Y roben! Roben cuanto puedan, transformen cuanto quieran, que ustedes llevan la piedra filosofal en la alquimia de su cerebro. Que todo hay que decirlo, se necesitan ladrones de pensamientos, plateros de ideas, joyeros de versos y orfebres; bordadores, imagineros, cambistas de sintaxis, y otros tahúres que cultiven el pensamiento crítico en la personal chistera de su magia… Y todo brillante, envuelto con el lúcido papel de regalo del aforismo Eso, una ciudad con casas de abiertas puertas que nos invitan a pasar, disfrutar, coger y cambiar con la genuina apuesta de su visión. Pasen y piensen… Dentro se ofrecen 228 casitas de chocolates y bombones de verano, pasteles de invierno, dulzuras de cuentos y aromas del ajo. Todos estos renglones de imágenes son provocadores espejos, nada es real y todo es muy cierto. Entren, pasen; un arlequín sin pintura con rasgo malévolo se inclina y seduce: “No sigan, pasen”; aunque no piensen, que, una vez dentro, seguro que pican y piensan, sonríen y besan, se sientan, comen y abrazan la morfología certera de una palabra que aprieta, que obliga a aceptar esa indiferencia sana que a todo se acerca.

Olvídense de facebús, tiktonitas e instagrameros, televitos e islotes tentacionosos… Coman y sueñen, busquen y hablen, que todo es verdad y mentira y nada es un cuento. Puede que al final por cincuenta centimillos compren un boli y, en la servilleta de un bar, esa locura de espejos la escriban y guarden, consumiendo con su cerveza ese regusto inacabado del hambre insatisfecha.

Mi amigo Conrado me dio la clave de todo esto mientras tomaba una infusión mezclando información con opinión en ese café con leche que se han convertido los telediarios; sí, aquellos antiguos Partes que la gente escuchaba para ver lo que pasaba. Ahora conviene lavarse la frente para limpiar el hollín de la contaminación verbal en agua limpia de tu mirada crítica…

“La bola del mundo nos muestra cuán pequeños somo cada día”, y además contaminados (no vitaminados): la visión, con las tragedias del mediodía a la hora de comer; el oído, con el ruido insoportable; el gusto, con la comida rápida; el olfato, con el aroma del dinero; el tacto, con la depresión, que antes o después nos araña… La verdad, con el café con leche.

Y ante tanta contaminación, como el río cuando llega al mar, también nosotros necesitamos que gritar: “Hasta aquí hemos llegado”.

Astuto, este Conrado Castilla. Pensé: ¡hay qué ver dónde nos lleva la provocación de un libro de aforismos! Y claro, con tanta sabiduría e incitación, descubrí que el autor del libro “Sobre

mí y los demás” era él mismo, quien noche tras noche había ido abriendo, con la llave maestra de la paciencia y humildad, las puertas de esa ciudad cuyo lema destella en su pendón de entrada: “Mens sana in corpore sano”. Pensar para saber; saber para vivir; vivir para sentir; sentir con equilibrio porque la salud siempre comienza en la armonía de nuestras emociones.

Este pescador de matices que es el Sr Castilla Rubio nos ha regalado ese cubo infinito de giros parciales que requiere el pensar, y lo pone a nuestra disposición bajo un seductor título en cada puerta… Y así, en nuestro paseo callejero, encontramos rótulos para estos Hansel y Gretel que somos nosotros, relamidos de chuchería infantil: en un número vemos “Viajar y recordar”; en otro, “Sobre la libertad”; más allá “Cosas que a veces me dice la calle”, “Sobre la guerra”, “La casa”, “Si el tiempo pasa”… Y así descubrimos verdades sobre las que edificar nuestro propio mirar y ver; por ejemplo:

-Tras la derrota, el vencedor se cree situar constantemente por encima del bien.

-Suenan las campanas del reloj para recordarnos que va pasando el día.

-Cuando las olas llegan a la orilla, perdemos las huellas que hemos dejado al pasar.

-Yo soy yo, aunque a veces lo dude. Y un largo etcétera…

No debo seguir, prepárense ustedes mismos su café con leche, el mío puede llevar azúcar adulterado.

Al dejar a mi amigo Conrado justo en el semáforo de la acera, al otro lado de la cervecería, vi la ciudad de lejos y entonces comprendí que me iba acercando al final del camino. En mi mano llevaba un cofre como regalo con una inscripción en letras de azabache: “Sobre mí y los demás”.

—Es íntimo —me había confesado—; pero ábrelo, a ti y a los demás, con la delicadeza de un corazón que piensa y un cerebro que siente… Lo que no se comparte no existe. Y el cofre existe, ¿verdad?

Abrí el azabache de “Sobre mí y los demás”, y salió, con la magia de un prestidigitador, una ciudad entera con diecinueve calles y 228 casas abiertas. Y pude confirmar que Conrado Castilla Rubio era un fino pescador de matices en este pluviómetro rutinario de ideas y claroscuros, reflejos y señuelos, evidencias y espejismos que componen el mundo en que vivimos.

Eso, pasen y vean, entren y roben, oculten y vendan, hechicen y mientan, deslumbren o sean… La vida es una magia perenne y caduca. La segunda es el calendario y el triunfo; la primera es el ser y el pensar, con la más bella arquitectura que es la imaginación y su delicado pórtico: la ojiva de la belleza. Que todo al fin es voz abrigada de ética, palabra y compromiso, trazo y silencio.

Sí, amigo Conrado, alguien me había dicho, no sin acierto, que eras un francotirador de lo invisible, pero yo creo que eres un taumaturgo de ese color, insuperablemente bello por lo efímero, que ofrece un segundo; un biógrafo de la microscopia del tiempo… Ya sabía que con la victoria llega el dolor hasta para los vencedores; lo que no sabía es que, aunque la poesía sea la religión primigenia del ser humano, no todas las canciones son poemas, pero todos los poemas deben tener música.

Eso, gracias, Conrado; para ti y todos los demás que te inspiraron.

Luis Ángel Ruiz, 2024

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