11 de marzo de 2011

Ardor guerrero.

Con este título publicó hace unos años Muñoz Molina un libro donde recreaba sus experiencias en la mili. El otro día cuando se celebró el X aniversario de la abolición del servicio militar obligatorio en nuestro país me acordé de ese libro y también de los trece meses que viví ligado al ejército.
No tengo especialmente buenos recuerdos de aquel período de mi vida, pues yo no era partidario de la mili, como tampoco lo soy -es mi personal utopía- de la existencias de los ejércitos, pues aunque reconozco que en el momento actual por fin el ejército español está al servicio real de la patria y no al de los intereses de grupos político y sociales determinados, me queda ese cierto recelo, ¿qué le vamos a hacer! 
Mucha historia tiene el servicio militar obligatorio en nuestro país, dejando numerosas tradiciones más o menos lúdicas como la celebración de la función de los soldados en Pedroche u otras muchas relativas a los quintos. Pero también ha dejado hechos nefastos como la redención que durante el siglo XIX permitía que previo pago o por algún otro tipo de privilegio alguna gente (generalmente de los grupos privilegiados de España) se libraban de cumplir con esta obligación, haciendo que los má pobres sufrieran la miseria que suponía ir a la mili en aquel tiempo (recuerdo una imagen de los soldados españoles viniendo de la guerra de Cuba, o de aquellos otros que penaban esos años en Marruecos y que comento a veces con mis alumnos cuando tratamos esos temas en la Historia de España).
Recuerdo que se decía eso de que "vas a hacerte un hombre" cuando uno se iba a ir a la mili.Tal vez en otros tiempos más lejanos eso tuviese algo de realidad, pues había mucha gente que la primera vez que salía de su pueblo era precisamente para ir al "servicio", pero desde luego que en el tiempo que a mi me toco vivir esa situación afortunadamente ya se habían superado muchos de esos tópicos.
Yo no voy a contar batallitas de la mili, que obviamente las tengo, simplemente he querido recordar, sin acritud y sin ningún otro tipo de pretensiones, esa etapa de mi vida, a días difícil, a días hasta divertidas pero de ningún modo fructífera para mi, y dudo que lo fuera para la mayoría de las personas que compartieron conmigo ese tiempo.
Hoy ya es pasado pero a veces ese tiempo vuelve a nosotros como cualquier otro momento de nuestras vidas que vamos almacenando en algún rincón de nuestra memoria, y eso ocurrió el otro día cuando sin mucho interés, miré de reojo al titular -pequeño- del períodico que había encima de la mesa y que recordaba que existió ese servicio a la patria llamado la mili.

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